CARTA A MADRE MARIANA

Querida Madre Mariana: Soy una juniora que estoy preparándome felizmente para ir configurándome como una buena trinitaria, seguro que me conoces, aunque haya transcurrido ya unos años desde tu partida al cielo, donde gozas en la casa de Dios Trinidad; sé que tú te acuerdas de todas tus hijas, que las conoces por sus nombres y apellidos y las tienes todas presentes, porque todas estamos formándonos y creciendo bajo tus consejos, enseñanzas y tus intercesiones. ¿Porque te escribo?

Primero de todo, para felicitarte por el 164 aniversario de tu nacimiento, y también para agradecerte lo que has hecho y haces por mí, para pedir tu abrazo de madre que me acompañe en este camino y para pedirte perdón porque no siempre he sido fiel y agradecida. Sabes que yo soy una mujer débil, pero de fe, aunque a veces me quedo solo con el deseo de hacer el bien. Estoy profundamente apasionada por el patrimonio que junto con el P. Méndez nos habéis regalado, un regalo permanente, que sigo recibiendo a través de la comunidad, pero no puedo olvidar todo lo que recibo de ti.

De ti estoy aprendiendo que no hay un camino “estandarizado” hacia el éxito, que el éxito es multidimensional, camaleónico, variable y sobre todo al alcance de todo aquel que lo persiga con la confianza y el abandono en Dios. Gracias por enseñarme los valores para ser trinitaria comprometida al servicio de la juventud, así como ofrecerme las herramientas para alcanzar mis objetivos y para comprender que a quien algo quiere, algo le cuesta. Llevo tiempo viviendo en tu casa formando parte de esta familia, de esta congregación y cada día voy aprendiendo más cosas acerca de ti y de tus obras.

Me gusta imaginarte recorriendo todas las comunidades, entreteniendo a los jóvenes y me impacta lo mucho que te has esforzado; trabajando para salvar a las almas, tras las huellas de nuestro fundador, difundiendo el carisma en todas partes: España, México, la tierra que te vio nacer, Argentina. Y tu espíritu sigue vivo y extendiéndose en otros lugares Guatemala, Uruguay, India. Fuiste capaz de emprender obras a favor de las jóvenes más necesitadas, dejando tus huellas de ternura, cariño y bondad. ¡Madre, gracias porque tu vida fue un evangelio!, tocaste con tu ternura los corazones de muchos y tu testimonio suena con gozo y alegría en los oídos del mundo. Diste tu vida para tener la Vida en abundancia. Además, llevaste la Buena Noticia de la Redención a los más pequeños.

Cada joven que llega a tu casa encuentra una puerta siempre abierta; un hogar donde se le acoge, enseña, acompaña...; un corazón que le abraza sin pensar quien es, sino lo que pueda llegar a ser; un espacio para expresar sus sentimientos con alegría, libertad y sencillez; y una comunidad que le enseña a vivir y a convivir. Gracias Madre por haber custodiado el carisma y transmitirlo hasta llegar a nuestra generación. Espero contar siempre contigo, para que, siguiendo tus huellas, pueda poner mi granito de arena para seguir expandiendo allí donde Dios me llame y dar mucho fruto. Deseo que este árbol -Nuestro Carisma- vaya fortaleciendo sus raíces, extendiendo sus ramas hasta los confines de la tierra y que los jóvenes puedan cobijarse apaciblemente en su sombra..

Que el Señor, que te ha concedido ser feliz en medio de las dificultades, me haga creer y confiar en Él cada vez más, para ser tan feliz como lo fuiste tú, en medio de las diversas situaciones que me rodeen.

" Madre, aquí está, en medio del mar, mi tripulación, mis redes y mis remos. Enséñame a navegar" .

Un abrazo de hija Anne