La Caridad

¡Cuán felices seríamos si conociéramos lo que encierra la hermosa virtud de la caridad, y de la mañana a la noche procurásemos practicarla! ¡Cuánto bien puede hacer en el mundo una Trinitaria que siempre tiene como norma la caridad en su corazón, en su lengua, en su acción!
 En su corazón para perdonar, en su lengua para disculpar, en su acción para trabajar, no olvidando nunca aquella máxima tan piadosa: “El trabajo para mí, la gloria para Dios, el producto para el pobre”.
 Trabajemos, suframos sin cesar y no busquemos recompensa en la tierra, sino en el cielo.
 Al meditar en el color azul que tiene nuestra cruz, recordemos que el celo por las almas debe ser nuestra divisa y así como las abejillas sin cesar van de flor en flor para coger un poquito de miel y traerla a su panal, así también la Trinitaria llena de celo debe buscar las almas, no como las abejas buscan las flores y las más aromáticas en los huertos o jardines, sino en esos lugares donde se encuentra una joven abandonada, o maltratada que necesita amor, y consuelo, procurando traerla a las colmenas de nuestras casas por medio de la dulzura, las palabras de cariño y el ejemplo que según dice un piadoso autor: una religiosa que tiene a Jesucristo por modelo empieza por hacer y después enseñar y una corrección violenta, excita pero no cambia, envenena la llaga pero no la cura. (Sor Mariana de la Sma. Trinidad)